12/07/2024
Hablamos con Eugenia, enfermera voluntaria que ha visitado recientemente la misión de Boloncó, en Guatemala.
¿Cómo surge la idea de hacer un voluntariado fuera de España?
Cuando yo estaba en el colegio, todos los años nos visitaban unos voluntarios que nos contaban cómo visitaban en verano otros países para llevar a cabo esta labor, y a mí eso me llamaba mucho la atención. Con el tiempo, me metí en la Parroquia y, hace tan solo unos años, un amigo mío, Javier, hizo un voluntariado en Ruanda. Yo viví esa experiencia muy de cerca, y me marcó. Pero, al ser enfermera, siempre hay mucho trabajo y no es fácil encontrar el espacio de tiempo adecuado. No obstante, sentí que este año era el momento, y hablé con una Hermana de la Caridad de Santa Ana, que lo hizo todo muy fácil: concertó una reunión con Fundación Juan Bonal y me propusieron ir a Guatemala, donde necesitaban a una enfermera. Resultó que conocí a otra voluntaria que había estado allí y me lo recomendó. Me fui entre diciembre de 2023 y abril de 2024.
Una vez llegas a Boloncó, ¿qué te encuentras allí?
Es un internado de niñas indígenas sin recursos. Cuando llegué, ellas todavía estaban de vacaciones, así que pasé el primer mes con las Hermanas. Aquello era el paraíso, tan hermoso y lleno de paz... Me daban ganas de quedarme a vivir allí. Cuando llegaron las chicas, yo estaba nerviosa. El cambio cultural se nota mucho, no es como trabajar con jóvenes en España. Allí las chicas son muy niñas, y yo buscaba la manera en que pudiéramos encajar.
¿Cuál fue tu labor en la misión?
Yo estaba como enfermera de las chicas para liberar de esa tarea a las Hermanas. También les daba clases y talleres de alimentación, higiene y primeros auxilios. Por otro lado, también enseñaba a las Hermanas y a los profesores sobre primeros auxilios, para atender a las chicas si algo ocurría. Además, trabajé con el resto de la aldea de Boloncó, dando charlas sobre salud, respecto a los problemas que veíamos: seguridad del agua potable, higiene, alcoholismo, diabetes, hipertensión... Tratábamos de ver qué necesidades de salud había. Los habitantes de la aldea valoraban poco estas charlas porque sufren muchas penurias y lo que pedían era, principalmente, comida.
Ha sido tu primer voluntariado internacional. ¿Qué ha supuesto esta experiencia para ti?
Me ha aportado mucho a nivel espiritual, al haber compartido tanto tiempo con las Hermanas. Y también a nivel personal, puesto que me ha enseñado a valorar más las cosas que tenemos y a dejar de dar importancia a cosas que no la tienen. El voluntariado en España no te prepara para este choque. He redefinido mi escala de valores: puedo vivir sin tanto. Además, me ha servido para darme cuenta de que para conseguir pequeños cambios hace falta mucho tiempo. Yo creí que iba a hacer mucho más, pero me di cuenta de que yo no había vivido su realidad. Es una mezcla de frustración y aprendizaje que me ha enseñado mucho.
¿Qué es lo que más impacto te ha causado?
La situación de la mujer y la violencia en el hogar. Es algo muy normalizado y aceptado. Las mujeres de la aldea me contaban sus duras historias. Las niñas ven la violencia en casa cuando papá pega a mamá, y sienten muchas carencias de acompañamiento. Faltan más manos para acompañar a estas niñas, que se quedan preocupadas por sus madres cuando éstas se quedan solas en casa con los padres. Yo no sabía ni qué decirles para ayudarles. Pero, en contraposición a esto, las niñas tienen mucha fe: confían en Dios. Te muestran una mezcla de sufrimiento y espiritualidad. Esto no sucede así en España, ninguna de las dos cosas.
¿Has percibido que la ayuda que se envía desde España llega a su destino?
Absolutamente. En el pueblo, hay mucho cariño hacia las Hermanas. Llega todo, pero falta tanto... La Fundación hace muchos proyectos allí, que han funcionado, pero te das cuenta de todo lo que falta por hacer. Haría falta más dinero. Me gustaría mejorar el comedor, las aulas, el lugar donde duermen las chicas... Mejorar su calidad de vida en general. Las Hermanas hacen lo que pueden, pero cuentan con recursos muy limitados y, por otra parte, tienen pérdidas cuando perdonan el dinero a los que no pueden pagar, así que consiguen lo imposible con lo poco de que disponen.
¿Recomendarías esta experiencia a otras personas que se lo estén planteando?
Sin ninguna duda. Lo recomiendo completamente. Les aconsejaría que no tengan miedo de dónde o cómo van a estar. Y les diría que no van a cambiar nada, solo van a aportar un granito de arena: hay que ir con la humildad de hacer lo que se pueda y lo que a uno le pidan, sin esperar nada. Me planteo cuántos Boloncós hay por el mundo, totalmente desconocidos. Esta realidad te desborda, y necesito que la gente lo sepa. Pero al final compensa, cien por cien. Eso sí, uno debe buscar un voluntariado en el que pueda ser útil, por sus conocimientos o habilidades: algo en lo que puedas ayudar.