"De mí dicen que rompí los esquemas de lo que es una Directora..."

18/07/2022

Hablamos con la Hermana Mildred. Ella trabaja en Venezuela, en Machiques, dentro del Estado de Zulia, al pie de la sierra de Perijá, muy cerca del Tukuko y de la frontera con Colombia. Coordina la labor que las Hermanas de la Caridad de Santa Ana desarrollan en varios centros educativos en el país.

¿Qué trabajo desarrolláis en el Colegio Nuestra Señora del Carmen?
Éste es un colegio que atiende a niños desde Infantil hasta Bachillerato. Es un colegio subvencionado entre el Estado y la Asociación Católica, para impulsar la educación en esta zona. Es un pueblo ganadero, y en el colegio recibimos a todo tipo de alumnos. Es bonito ver cómo las familias que tienen más recursos ayudan a las que tienen menos, cubriendo la educación de sus hijos y la de otros, como si fuese un hijo propio más, a veces con gran contacto y cariño entre ellos. Fundación Juan Bonal también nos ayuda, a través del programa de Apadrinamientos.
Además, nuestro colegio es un modelo para otros colegios públicos, que sufren una gran carencia de docentes y ofrecen sueldos bajos. Aquí, nos coordinamos con el Ministerio y ofrecemos bonos a los profesores.

¿Cuál es la principal problemática a la que os enfrentáis?
Tras la pandemia, hemos reunificado los grupos y hemos detectado el brote de una elevada agresividad. Los chicos se han aislado de la realidad durante la pandemia, refugiándose en el móvil, internet, los juegos...). Ahora, se ha producido un choque.

¿Y cómo estáis luchando contra eso?
Organizamos convivencias, encuentros deportivos, caminatas familiares, noches culturales, actividades de talento y canto, galas gimnásticas... Todo lo que se nos ocurre. Y estamos teniendo éxito, esperamos que todo esto tenga un efecto muy bueno sobre los estudios de los chicos.

¿Qué otros problemas detectáis?
Venezuela ha bajado, en general, su nivel académico. Tras la pandemia, también constatamos mucha soledad en los chicos. Los padres emigran en busca de recursos económicos: necesitan marcharse, trabajan y envían dinero como pueden. Los chicos se quedan con sus abuelos, vecinos u otras personas. Los chicos mayores también cuidan los más pequeños; hay niñas que no pueden ser niñas porque son madres en la práctica, y son muy responsables del cuidado de sus hermanos pequeños, pero esto impide que crezcan de una manera normal.

¿Qué me dices del Colegio de la Sagrada Familia en el Tukuko?
Se encuentra a 45 minutos de distancia, y atiende a unos 700 alumnos, niños indígenas. El principal problema está relacionado con el personal docente, que se ve obligado a emigrar en busca de recursos económicos. Están tan necesitados que algunos caen en el robo de ganado, se lo llevan a Colombia e intentan conseguir dinero rápido y fácil.
Enviamos profesores desde Machiques al Tukuko, lo que supone dificultades añadidas en cuanto a transporte, mantenimiento... Pero las Hermanas dan lo mejor de sí para solucionar todo esto.

También trabajáis en otros colegios en Maracaibo.
Sí, el Colegio del Pilar y el Colegio de San Antonio. El primero es privado, atiende a unos 1200 alumnos y por las tardes colabora también con una asociación de promoción de la educación, para dar apoyo especial a niñas necesitadas. El segundo atiende a niños algo más mayores, y ofrece el grado de técnico con la especialidad de Administración y Contabilidad, y les permite acceder después a la Universidad.

¿Qué resultados educativos observáis en vuestro trabajo?
La educación que reciben los chicos es vital para ellos y para su futuro. Salen de estos centros con conocimientos y habilidades, todo les cuesta menos. Ahora, muchos han tenido que emigrar y nos envían cartas de agradecimiento. Eso nos anima a seguir dando lo mejor. Algunos de nuestros alumnos incluso han ganado premios, sobre todo en Matemáticas.

¿Qué es para ti lo que más difrutas de tu trabajo?
Estar en contacto con los chicos, escucharles. De mí dicen que rompí los esquemas de lo que es una Directora, porque tengo cercanía, me pongo a jugar con ellos, siempre estoy disponible apra recibirles sin necesidad de que pidan antes una cita...

¿Y lo que menos?
Lo que menos me gusta es el enfrentamientos con los representantes de los chicos, sobre todo sus padres, cuando no quieren ver la realidad que viven los jóvenes. Tenemos problemas cuando los chicos se autolesionan, se provocan el vómito, sufren... Dos de ellos se suicidaron, no hace mucho. Las Hermanas sentimos impotencia ante esto y lo explicamos en las asambleas, pero no siempre se nos escucha.

¿Qué les dirías a los padrinos de Fundación Juan Bonal?
Estoy muy agradecida con el trabajo de la Fundación y con la solidaridad de los padrinos, que ayudan a los chicos aún sin conocerlos. A veces, me quedo sin palabras. La ilusión de los chicos es increíble. Sé que nosotras tenemos que poner más empeño para cultivar más la relación entre el padrino y el niño. También les diría que es importante que el padrino se haga presente en la vida del niño: no sólo se trata de su aportación económica, sino que envíe unas palabras, que haya contacto, una unión de ambos. Ese afecto incentivará al niño.

Fundación Juan Bonal es expresión de solidaridad.