06/06/2024
Hablamos con la Hermana Angelica, misionera en Machacamarca, en el Departamento de Oruro, Bolivia.
La misión en la que trabajas desarrolla una importante acción social en diversas áreas. Hablemos primero de la labor pastoral.
Trabajamos en la Parroquia de San Juan Bautista. Allí desempeñamos labores en bautismos, catequésis, primeras comuniones, confirmaciones... Tanto para jóvenes como para adultos. Vienen de la propia localidad y también desde los pueblos cercanos. Culturalmente, suelen bautizarse (no todos) y después olvidan el resto de sacramentos; pero, cuando quieren acceder al matrimonio, entonces desean recibir los sacrementos previos. Por eso, atendemos en este ámbito a muchas personas que ya son adultas.
También impulsáis un comedor, háblanos de su actividad y funcionamiento.
Yo soy la encargada del comedor, alimentamos a unas 130 personas. Antes, dábamos de comer a niños y a adultos mayores. Tras la pandemia, la pobreza se intensificó, las empresas despedían a sus empleados o cerraban, por lo que también acogimos a adultos no mayores. Los precios de los productos se han encarecido y los salarios también se han incrementado. Todo esto afecta al comedor, ya que tenemos a dos personas contratadas para ayudarnos en su gestión.
¿Cómo es el perfil de las personas que acuden al comedor?
La mayoría, el 70%, se dedican al relave: se trata de lavar en el agua minerales que traen de fuera. Hay épocas buenas y malas, y hasta dos meses después del trabajo no cobran, por lo que tienen que venir al comedor. También hay albañiles, que no tienen un sueldo fijo, sino que cobran jornales diarios y a veces se los cancelan. Otros venden en el mercado y no obtienen lo suficiente, por lo que vienen al comedor. Y también tenemos a los niños de los pueblos de alrededor, que asisten a clase y no pueden volver a mediodía a sus casas, por lo que vienen a comer aquí.
¿Cómo se financia el comedor?
El Gobernador de Oruro nos da una cantidad, que solo podemos utilizar para comprar alimento. Después, le rendimos cuentas y damos todas las facturas para justificar cada gasto. En cuanto al resto de gastos, los cubre la Fundación. Por otro lado, Caritas también nos ayuda desde la pandemia, nos aporta alimentos que vamos a buscar cada mes. Y, aparte de esto, tenemos invernaderos en los que mantenemos cultivos. El Padre Miguel no da semillas, y Carita también aporta harina con la que hacemos el pan. Finalmente, las familias ayudan como pueden, porque es necesario que se impliquen para que valoren lo que reciben: una vez al mes, vienen a colaborar en el trabajo, y van rotando entre el comedor y los invernaderos.
¿Qué otras actividades realizáis?
En el comedor también ofrecemos charlas de sensibilización y concienciación para las familias, acerca de temas humanitarios, de dignificación de la persona y de vida cristiana (aunque no todos son católicos).
¿Y el Programa de Apadrinamientos de la Fundación?
Yo soy la encargada también de este Programa, y en la misión acogemos a unos 110 niños sin recursos que provienen de los alrededores. A éstos, se les brinda toda la ayuda del Programa y, además, se les dan charlas cada 3 meses para concienciarlos de la importancia del padrino y de la necesidad de que valoren y agradezcan su gesto solidario. Les escriben cartas de agradecimiento cada trimestre. Y también se les da material escolar 3 veces al año, y un lote de alimentos en Navidad.
¿Cuál es el mayor reto al que crees que se enfrenta esta misión?
Conseguir que los beneficiarios sean independientes y puedan ayudar asimismo a las personas del lugar, multiplicando el bien que se hace. Pero para eso es necesario animarlos e impulsarlos para que se formen (no todos quieren estudiar, o tienen familia y deben atender sus obligaciones) y salgan de su realidad para ayudar a otros. Algunos no son agradecidos, otros sí lo son, y mucho. Al principio tinen mucha necesidad, luego van creciendo y mejorando, y nosotras les ayudamos hasta que finalizan sus estudios sin juzgar la siutación de cada uno, porque hay que ver la realidad de cada persona, cada caso es distinto. Por ejemplo, me viene a la cabeza el caso de una chica que ha acabado siendo policía y así ayuda a otras personas.
¿Qué es lo que más te motiva y lo que menos, en el desempeño de tu trabajo?
Lo que más me gusta es la catequésis. Veo que, a través de ella, puedo llegar hasta cada persona, moverla e impulsarla hacia lo que Dios quiere de cada uno. Busco todas las alternativas posibles para ayudarles. Lo que menos me motiva es el control y la fiscalización de la Gobernación. Lo entiendo y atiendo lo que se pide con transparencia, pero es cierto que esa presión por verificarlo todo puede ser a veces un poco desmotivadora.
¿Qué les dirías a los benefactores que colaboran con tu misión?
Les doy las gracias intensamente. Sé lo que les cuesta, cómo lo consiguen. Gracias por cada euro sacrificado que han ofrecido solidariamente. Que se sientan felices, se han dado y eso ha hecho un bien a una o más personas. Que Dios los bendiga. Y también gracias a la Fundación y a todos los que trabajan o colaboran con ella. Que perseveren, porque cuanto más nos damos, mucho más recibimos.